El Centro Histórico de la Ciudad de México alberga cientos de recintos invaluables, muchos de ellos patrimoniales, sin embargo el paso del tiempo y el desuso los deterioran, por ello, la restauración y mantenimiento se vuelve vital para su conservación en estado óptimo.
Un ejemplo de lo anterior es el Museo de la Ciudad de México, que ocupa lo que fuera el antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, provenientes de España. Persiste como uno de los edificios más antiguos de la ciudad, construido por Francisco Guerrero y Torres data de 1779 y se distingue por su composición y ornamento barroco; lamentablemente con los años fue perdiendo su lucidez y terminó en ruinas, hasta que en 1964 el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez llevó a cabo una primera intervención para habilitarlo como el museo que es hoy. El inmueble tuvo un par de restauraciones más, una en 1997, que, bajo la dirección del arquitecto Ricardo Prado Núñez, arregló los acabados originales, así como la cantera de frisos y remates. Y otra, de 2002 a 2003, que renovó la fachada, las 30 puertas, se aplanaron las salas de la planta baja y se intervinieron las piezas labradas del patio central, además de restaurar el mural que pintó Joaquín Claussel al residir en la casona. Hoy día, la persistencia y adecuada recuperación del inmueble representa la posibilidad de comprender la configuración espacial de una construcción del siglo XVIII.
Otro caso es el Casino Español, un edificio emblemático, ubicado en Isabel La Católica #29; sede de la organización fundada en 1863 por miembros destacados de la colonia española en México. El inmueble, de estilo ecléctico, fue construido entre 1903 y 1905 por el arquitecto catalán Emilio González del Campo, su fachada, patio y galerías están ornamentados con detalles árabes, renacentistas, platerescos y barrocos. Y para 1943 tuvo una ampliación proyectada por el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio y su socio Luis Ávila, esto para cubrir nuevas necesidades fruto de la creciente modernización de la capital; estos trabajos fueron extensos y se realizaron en dos fases, primero una remodelación y luego una aplicación, concluidas en 1951. Apenas intervenido en los últimos años, cuando se restauraron las fachadas y acabados del edificio, bajo la dirección del arquitecto especialista, recientemente fallecido, Juan Benito Artigas en colaboración con Marisa Malo.
Un último caso es el Edificio Vizcaya en avenida Bucareli, un conjunto plurifamiliar construido en 1924 por el arquitecto Roberto Servín con un lenguaje porfiriano, influenciado en la arquitectura europea y el estilo americano, al ser un inmueble particular, también sufrió daños con el paso del tiempo, hasta su restauración en los últimos años, proceso en el que participó el arquitecto Rogelio García Mora Pinto, y que consistió en recuperar las mansardas en el remate de su fachada, reacondicionar las accesorias de la planta baja, a limpieza de la cantera en la fachada, la actualización de las instalaciones de servicios en los departamentos, el arreglo de los seis elevadores eléctricos, el reacondicionamiento de la avenida central que da acceso a las viviendas y la creación de una azotea verde para beneficio de todos.
Finalmente, en todos los casos podemos constatar el valor de las intervenciones para el rescate y mejoramiento de los edificios mencionados: El Museo de la Ciudad de México como ejemplo de casona virreinal con su configuración original; El Casino Español con la mejoría a la imagen del perfil urbano y el edificio Vizcaya con la reactivación de algunos locales en su accesoria, acciones realizadas en paralelo a la revitalización de Avenida Bucareli a tan solo unos pasos del nuevo proyecto de Reurbano Edificio Dondé